Llega octubre y con él, ese momento del año en que las calles se llenan de brujas, vampiros, esqueletos y criaturas que no ves ni en tus sueños más raros. Bueno, o más bien en tus pesadillas. Porque Halloween no sería lo mismo sin ellos: los grandes, los de siempre, los que llevan décadas atormentando a generaciones… y robándose el protagonismo cada 31 de octubre.
Hoy nos vamos de tour por esos personajes clásicos que no necesitan presentación. Están tan metidos en el imaginario colectivo que, con solo ver una sombra o una silueta, ya sabes que viene el susto. ¿Te suenan?
Drácula: el eterno conde sediento de sangre
Puede haber mil vampiros distintos, pero ninguno le llega al nivel del original. Drácula es el clásico de los clásicos. Elegante, pálido, con capa y mirada hipnótica. Su versión más famosa en el cine llegó en 1931 con Bela Lugosi, y desde entonces no ha dejado de reinventarse. Seduce, muerde, desaparece en niebla… y cada año reaparece como si nunca se hubiera ido.

Frankenstein: el monstruo más incomprendido
Pocas criaturas han causado tanto miedo… y tanta pena. La criatura de Frankenstein, creada por Mary Shelley y llevada al cine en 1931 con Boris Karloff, es un reflejo del miedo humano a lo desconocido. Tiene tornillos en el cuello, cara de pocos amigos y un corazón más grande de lo que parece. Es un ícono del terror, pero también un recordatorio de lo que pasa cuando jugamos a ser dioses.

El Hombre Lobo: cuando lo salvaje se desata
De día, un tipo común. De noche, una bestia imparable. El Hombre Lobo representa ese lado salvaje que todos llevamos dentro (algunos más peludos que otros). Su versión clásica del cine llegó con Lon Chaney Jr. en los años 40, y desde entonces, cada luna llena es una buena excusa para temerle a los aullidos. Nadie corre tan lento… ni da tanto miedo.

La Criatura de la Laguna Negra: el terror que sale del agua
Puede que no sea tan popular como los anteriores, pero esta criatura anfibia tiene un lugar especial en el panteón del terror. Desde su aparición en 1954, este ser mitad hombre, mitad pez, nos recuerda que el agua también guarda sus monstruos. Tiene escamas, garras, y un talento único para hacer que nadie quiera volver a meterse en un lago oscuro.

El Fantasma de la Ópera: la obsesión hecha música
Este no necesita garras ni colmillos. Le basta una máscara, una rosa y un órgano. El Fantasma de la Ópera es ese villano trágico que vive escondido entre telones y pasadizos, enamorado hasta la obsesión de una joven cantante. Su versión muda de 1925 con Lon Chaney es puro cine de culto. No da miedo por saltos ni sangre, sino por lo que sugiere… y por lo que oculta.

La Novia de Frankenstein: el grito más icónico
Apareció apenas unos minutos en pantalla, pero fue suficiente para dejar huella. Con su peinado electrificado y mirada de pánico, la Novia de Frankenstein se convirtió en un ícono del cine de terror clásico. En 1935, Elsa Lanchester le dio vida a este personaje que representa lo monstruoso… y también lo incomprendido del amor no correspondido.

Norman Bates: la locura con cara de ángel
Psicosis cambió las reglas del juego. Con una sonrisa amable y una voz tranquila, Norman Bates parecía inofensivo… hasta que se metía al baño. Anthony Perkins dio vida a este personaje en 1960, y desde entonces las duchas con cortina nunca volvieron a ser seguras. Norman no necesita una máscara: su terror está en lo cotidiano. Y eso es lo peor.

Regan MacNeil: la niña que nos quitó el sueño
El Exorcista marcó un antes y un después en el terror. Regan, poseída por un demonio que se tomó muy en serio el concepto de “invitado no deseado”, hizo que millones dejaran de dormir tranquilos en 1973. Linda Blair interpretó a esta niña con voz gutural, cuello giratorio y una tendencia preocupante a levitar. Nunca un cuarto infantil fue tan espeluznante.

Michael Myers: el mal con máscara
No corre. No habla. Pero siempre, siempre te alcanza. Desde su aparición en Halloween (1978), Michael Myers se convirtió en el asesino silencioso por excelencia. Una máscara blanca, un cuchillo de cocina y cero empatía. Es el ejemplo perfecto de cómo el terror puede venir en silencio… y quedarse para siempre.

Freddy Krueger: el rey de las pesadillas
Hay villanos carismáticos, y luego está Freddy. En 1984, Pesadilla en Elm Street nos presentó a este asesino con jersey de rayas, sombrero viejo y guante de cuchillas. Pero lo peor no es su aspecto, es su poder: Freddy te mata en tus sueños. No hay dónde esconderse. No hay descanso. Solo miedo… incluso cuando cierras los ojos.

¿Te suenan, verdad?
Estos personajes no solo marcaron el cine de terror. Marcaron nuestras fiestas, nuestros disfraces y nuestros traumas infantiles. Son parte de la historia de Halloween, de ese ritual en el que nos dejamos asustar por placer. Y lo mejor es que, por más años que pasen, siguen más vivos que nunca.
¿Y tú? ¿A cuál invitarías a tu fiesta de Halloween?
¿Y a cuál no le abrirías la puerta ni loco?